Su libertad era el problema. Bondadoso hasta ante su asesino, su postura de sumisión sólo sirvió para invitar al disparo a bocajarro. Que no busquen mi entierro, que la cobardía del ejecutor le anime también a ocultarme entre espinosas zarzas y troncos.
El veterinario aventuró que no sufrió, que el destrozo dinamitó sus pulmones y corazón, pletóricos tres días antes de oxígenos, de felicidades. Queda en mi memoria la visión de la caja torácica abierta que no los podía mostrar porque ya no existían. Y la luz verde y las telas verdes y el cuerpo que ya no reverdecería.
Dejad que conmigo sólo usen armas los acomplejados que, ocultos en la vegetación, con uniforme de camuflaje, embriagados y como colofón a todo el trabajo de su abusada jauría, reducen su capital intelectual y su hombría a la presión de un gatillo. Pero ahí: escondiditos, camufladitos, borrachitos y, sobre todo, con escopetita.
Dejadme morir como "Chico". Y que la autoridad policial se niegue a la redacción de atestado. No merezco papel ni pertenencia a archivo alguno. Y que la autoridad civil muestre indiferencia sin bajarse del cuatro por cuatro. Gracias, por no malgastar recursos y saliva hipócritamente.
La libertad siempre fue un problema. La independencia individual con libertad, mezcla que siempre ha de ser erradicada y, como con "Chico", además, físicamente arrinconada.
Dejadme morir como a "Chico", exento del mercadeo que sí existe con los cuerpos humanos. Sin intermediación de ningún comercial de funeraria con fijo más incentivos que tenga que sobornar a trabajador sanitario alguno. Que no sea necesaria una guerra de precios por el mejor cajón o urna y la ceremonia más efectista.
Y que no se permita incinerarme,... como a "Chico".
Quiero ser ridículo para los ajenos y algo más que bípedo erguido para los cercanos. Y así quiero morir; con sencilla memoria para los íntimos y teniendo antes la oportunidad de presenciar el lánguido cerrar de ojos de los cercanos, exento de violencia y pletórico de ternura y de susurros de palabras habituales. Deseo que mis manos acaricien su último suspiro, que mis yemas sepan transmitir la comprensión de la sencillez del momento; instante que me fue arrebatado con "Chico".
La verdad, después de "Chico" y de la incomprensión que suscitaba su existencia y que suscitó su inexistencia, ya estoy más muerto.